El 26 de octubre se celebra el día del daño cerebral adquirido, una de las primeras causas de discapacidad en España, que actualmente afecta a unas 300.000 personas, de las cuales aproximadamente 200.000 son a causa de un ictus; otras de las causas más comunes de daño cerebral son los traumatismos craneoencefálicos (TCE) y en menor medida los tumores cerebrales, las anoxias e infecciones cerebrales.
Con el avance de la medicina y de protocolos de actuación específicos, como es el caso del “código ictus”, ha aumentado también el índice de supervivencia de este tipo de pacientes, pero dado el impacto de la patología neurológica en la sociedad actual es necesario concienciarnos de la importancia de darles atención no solo en la fase aguda y subaguda, sino también en la fase crónica, ya que aunque los seis primeros meses son cruciales para la rehabilitación y compensación de las funciones afectadas gracias a la reorganización funcional, podemos seguir creando nuevos circuitos neuronales durante toda nuestra vida.
Son muchas las áreas a trabajar tras una lesión cerebral, todas ellas enfocadas a que una vida salvada merezca ser vivida, de ahí la importancia de una rehabilitación adecuada y adaptada a las necesidades de cada usuario para optimizar al máximo el establecimiento de nuevas conexiones neuronales que suplan o compensen aquellas funciones motoras, lingüísticas, cognitivas, auditivas y visuales que se han perdido o se encuentran alteradas.La rehabilitación debe llevarse a cabo con un equipo multidisciplinar compuesto por médicos, enfermeros, neuropsicólogos, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales y logopedas.
Estos últimos se encargarán de la intervención en dificultades del lenguaje tanto a nivel comprensivo como expresivo (afasia), en dificultades de articulación (por disartria, apraxia o parálisis facial), problemas de la voz (por alteraciones en el tono, parálisis de cuerda vocal y otras consecuencias de la intubación o de la lesión cerebral).
Debemos por tanto optimizar la capacidad natural del cerebro para crear nuevas conexiones y circuitos neuronales ya que no tiene fecha de caducidad, ni siquiera tras una lesión cerebral en su fase crónica, donde es fundamental mantener y reforzar las nuevas conexiones establecidas y crear nuevas redes en la medida de lo posible.